Estaba haciendo un curso sobre estrategias para redes sociales y marketing online cuando me di cuenta de que muchas de las técnicas que aprendía son básicas para nuestras relaciones directas. Las redes sociales se llaman sociales porque van de eso, de conectar y abrir el diálogo con una o más personas e intercambiar los valores y significados de cada uno. Es la definición de diálogo: el libre intercambio de opiniones para conocer mejor un tema u otro. Y parece mentira que tengamos que aprenderlo como si fuera una novedad en un curso sobre estrategias de marketing. ¿Será porque hemos perdido esa capacidad de conectar para profundizar, ser curiosos y, sobre todo, algo que es fundamental… hacer buenas preguntas?
En la cultura de hoy ser curioso es una virtud. Somos una sociedad anestesiada por la sensación de estar informados, de poder averiguar en cualquier momento cualquier cosa y tener todas las respuestas a un click de nuestros móviles. ¿Pero tenemos realmente conocimientos profundos de algún tema en concreto? ¿Sabemos lo que sucede a nuestros amigos y familiares? ¿Tenemos una real curiosidad por las cosas? ¿Nos empuja el deseo de saber más para profundizar o solemos contrastar fuentes diferentes? Me temo que en general la respuesta es no. Y esto es un problema no solamente para nuestra formación, sino sobre todo en la vida social y en nuestra relación de pareja.
«Es sorprendente cuánto puedes aprender de una directa, bien pensada y sincera pregunta.»
James Clear
John Gottman en su modelo de terapia insiste en la importancia de cultivar la amistad de pareja, de seguir conociéndose a lo largo de la convivencia. Y la habilidad que nos puede ayudar a cultivarla es precisamente hacer buenas preguntas, más en concreto preguntas abiertas. A lo que se refiere Gottman es a las preguntas que requieren respuestas más complejas que un simple «sí» o «no». Si lo piensas bien, no es nada fácil y requiere de un tiempo y reflexión por parte de cada uno. Por ejemplo: ¿Qué es lo que no te gusta en la dinámica de nuestra relación? o ¿si tuviéramos que cambiar de ciudad tienes alguna preferencia? o ¿hay algo que te preocupa ahora a nivel personal o profesional?
A menudo la monotonía y la rutina del día día se apoderan de nuestras vidas, sobre todo en esta época de pandemia en la que escribo. Parece que las circunstancias nos limitan en muchos ámbitos de la vida y corremos el peligro de dejarnos llevar por lo que pasa en nuestra sociedad. El antídoto es cultivar nuestra curiosidad, poner interés y activar la atención para pensar en lo que queremos preguntar a nuestra pareja y, de esa manera, conectar con ella y profundizar nuestra amistad.
Una buena pregunta te ayuda a fijar tu atención en algo en concreto, te inspira a saber más y a centrarte en algo que sea importante para ti. En este caso, en tu pareja, tu relación. ¿Y cuáles son las ventajas? Una buena pregunta puede…
- Inspirar una buena conversación. A diario predominan las conversaciones triviales. Si te esfuerzas en hacer una buena pregunta seguro que surgirán charlas más profundas e interesantes. De esa manera se establecerán una mejor conexión y más pasión en vuestra relación.
- Marcar el momento de fijar objetivos o cambios en vuestra relación. Os centra en lo que es importante en las circunstancias en que vivís, y os inspira para ajustar los objetivos comunes.
- Aclarar dudas. A menudo dudamos de las decisiones que tomamos y no sabemos realmente qué está pasando. Con una buena pregunta se aclaran muchos interrogantes.
- Poneros al día. Te sorprenderá la cantidad de cosas que han pasado en las últimas 24 horas y las novedades que tenéis que contaros…
Si crees que os falta este hábito, sé valiente y empieza a ser creativo haciendo preguntas abiertas. Elige un buen momento para poder prestaros atención e iniciar un buen diálogo. Podría ser el primer paso para introducir cambios… ¡o incluso para volver a enamorarte de tu pareja!