El divorcio de Brad Pitt y Angelina Jolie es uno de los temas más comentados estos días y ha servido de nuevo para levantar discusiones sobre el matrimonio. Como seguramente discutiremos este tema con amigos o por las redes sociales, os proponemos algunas reflexiones que quizá os inspiren en vuestras conversaciones.
A raíz de ello nos ha llamado la atención el artículo de Vicky Larson aparecido en la revista Quartz, en el que afirma que «el matrimonio debe evolucionar hacia un modelo de contrato temporal con distintos niveles de compromiso (convivencia, paternidad, reparto de tareas…) renovable cada cierto tiempo» y que «la idea de casarse para toda la vida dentro de un tiempo será inconcebible.»
Creo que hace falta repasar el concepto del valor de las cosas para aclarar por qué existen los contratos y por qué hay casos en los cuales «lo temporal» simplemente no tiene sentido.
¿Un contrato permanente o temporal?
Creo que ninguno de nosotros nos hubiéramos atrevido a cerrar ningún trato financiero sin leer las condiciones antes de firmar los papeles. Lógicamente, valoramos nuestro dinero así que incluso en los asuntos más habituales es difícil optar por lo temporal o tacharlo de obsoleto:
- Trabajo: ¿quién quiere trabajar sin saber las condiciones, el tiempo de duración y la nómina que conlleva? De hecho, nos quejamos de que ya no existen los contratos fijos, de que en cualquier momento te pueden despedir. No nos gusta la incertidumbre. Queremos saber el tiempo que durará, porque de ello depende nuestra estabilidad, situación económica, planes y futuro.
- Hipoteca: nos asegura que el banco va a adelantar ese dinero a cambio de dar tu palabra (una firma) de que aceptas los plazos e intereses convenidos. Es una transacción compleja, que conlleva muchos trámites, y tampoco puedes librarte de ella simplemente porque ya no te gusta la casa, quieres mudarte a otro país o no te apetece gastar ese dinero.
Toda la vida perseguimos el sueño de encontrar a alguien con quien podamos vivir y compartir el amor, por tanto las personas que más queremos, nuestros esposos, deberían tener el valor más alto. Y damos esta promesa, esa firma, porque sabemos el gran valor que tiene, que no siempre resulta fácil y cómodo guardarla. No es una decisión solamente mía porque afecta a la vida del otro y en muchos casos también a los hijos. Como cuando dependemos de nuestros bancos o jefes para tener dinero para vivir.
Sí, hace falta que existan también contratos temporales. Lo que pasa es que indican un valor menor, diferente. Un pantalón que no me vale y tengo que devolverlo, un lavavajillas que no funciona, o un mueble que no me encaja en el salón. En mi opinión son cosas que caen en la categoría de temporal.
Ante la duda de en qué categoría cae un matrimonio, haría falta reflexionar sobre lo que más apreciamos y darnos cuenta de que la vida de los demás no es equivalente a un pantalón o cualquier otro objeto. Por suerte existen valores que nunca pasan de moda y además dan sentido a nuestras vidas…