«Nuestro camino no es perfecto, pero es nuestro y me quedo contigo hasta el final»
No hay duda: la conversación es la herramienta clave para nuestro bienestar matrimonial. Especialmente cuando los problemas tienen su origen fuera del matrimonio o surgen de otros aspectos de la vida. En estos momentos, si la pareja sabe apoyarse mutuamente, se acercarán uno al otro y se beneficiará la relación. Pero ¿y si no logramos nada más que aumentar la confusión, el enfado y la tensión a pesar de la conversación? Nos puede suceder a menudo y, sin duda, sería mejor no hacerlo si no vamos más que a empeorar la situación.
El Dr. Gottman habla de la importancia de un tipo de conversación que baja nuestra tensión, que nos ayuda mutuamente a relajarnos y calmar nuestros problemas externos de los fundamentalmente matrimoniales.
Estas son algunas reglas generales para practicar una conversación calmante:
- Hablad por turnos, no interrumpas y déjale quejarse.
- No des consejos si no te los piden, este tipo de conversación tiene que transmitir comprensión antes que consejo.
- Muestra un sincero interés, mantén el contacto con los ojos, no te distraigas.
- Comunica tu compresión con alguna confirmación verbal («me imagino lo duro que es«, «te entiendo perfectamente«)
- Ponte de su lado, muestra una actitud de «nosotros contra el mundo» – solidarízate con tu cónyuge.
- Expresa afecto y valida sus emociones. Abrázale y reafirma. «A mi también me dolería esto«.
Personalmente, me gusta mucho la actitud de «nosotros contra el mundo», es una confirmación que hace sentir a tu pareja que no está sola con su problema, sino que tiene un aliado poderoso: a ti. La persona que más le entiende, que le acompañará en todo, a pesar de todo… que estáis en esto juntos. Este gesto de solidaridad es para mi uno de los más poderosos e importantes.
La conversación calmante es un medio muy efectivo para cimentar nuestra intimidad y confianza. Sí, es cierto que los problemas no se solucionan con una conversación. Está claro que por mucho que quisiéramos, muchas veces lo único que podemos hacer por el otro es solidarizarnos y ponernos en sus zapatos. Pero aporta grandes beneficios y merece la pena practicarla.