Hace unas semanas cayó en mis manos un artículo sobre la evolución de los matrimonios en los últimos años. Leyéndolo caí en la cuenta de una realidad cada vez más notable en nuestra sociedad: nos gusta vernos como víctimas de las circunstancias. De hecho, el artículo destaca dos factores importantes que disminuyeron el número de matrimonios:
- Económico: los jóvenes están en paro, o no tienen trabajos suficientemente buenos, con lo cual descartan casarse.
- Cultural: la cultura de la familia cambió y hoy en día el verdadero «sacramento» para toda la vida es la hipoteca.
¿Son la economía y la cultura las que cambiaron el matrimonio, o somos nosotros los que no tenemos las prioridades y valores claros e inventamos excusas para no darle la importancia que tiene? Si buscamos respuesta en las cosas externas, el éxito, la economía, la cultura… echamos la culpa a lo que no está en nuestras manos. Nos fiamos de lo que en un grado muy insignificante forma parte de la felicidad.
¿Que puedo hacer hoy para hacer crecer y construir mi felicidad? Creo que lo primero es saber decidir por nosotros mismos, porque realmente podemos hacer mucho más de lo que creemos. Y no tiene nada que ver con la economía o los cambios culturales en la sociedad. Es construir mi vida según mis prioridades y criterios. Si pienso en lo que realmente está en mis manos, de inmediato pienso en mi crecimiento, mi aprendizaje y en las relaciones con amigos, familia, y sobre todo en mi matrimonio.
El paso decisivo en tu vida lo das tú, no tus circunstancias
Michael Hyatt
Las decisiones que tomamos como personas adultas influyen en todos los ámbitos de nuestras vidas. Quieras o no, elegir una cosa sobre otra supone la «pérdida» de la otra. De hecho, el equilibrio no significa tenerlo todo, sino saber en qué ámbito de mi vida existen carencias o necesidades y enfocar en ellas mi atención. Si elijo ponerme a estudiar una carrera, tengo que ajustar mis prioridades, quizá dejar de trabajar, o reducir los costes de vida para poder llevar a cabo esos estudios. O si tengo niños pequeños, voy a tener que adaptar mi horario a sus necesidades. Del mismo modo, si decido casarme y tener familia quizá necesitaré centrarme en cuidar mi matrimonio, mis hijos, y ajustar mi vida profesional y social a estas circunstancias.
Independientemente de nuestras creencias religiosas, morales o éticas, creo que la mayoría reconocemos que la felicidad tiene sus raíces en todo lo que está relacionado con la otra persona y la reciprocidad. El encuentro con el otro, el diálogo y la conexión son los que nos proporcionan la felicidad.
Si estamos de acuerdo con esta teoría queda claro por dónde tenemos que empezar a cimentar nuestra vida feliz. Dejando de lado a «los culpables» de nuestras circunstancias (políticos, hipotecas, trabajos, carreras…) y buscando maneras para cuidar lo esencial de nuestras vidas.
2 comentarios
Creo que no tenemos claro en absoluto lo que nos hace más felices.
Estudiando psicología conocí la nueva corriente en psicología que estudia la felicidad y la resilencia y cuanto más lees más te das cuenta de que no tenemos claro lo que da la felicidad… y por supuesto no es lo que nos quieren vender los anuncios de coches ni de colonias (principalmente porque con el coche y la colonia seríamos felices 🙂 ).
Solo y con leche!!!
Gracias por tu comentario Jaime! Es verdad, estudiamos muchas cosas en la vida y la mas importante, nuestra felicidad, no la tenemos nada claro…